Hansel y Gretel

Hansel y Gretel fueron con sus padres a recoger leña, pero se alejaron demasiado.
Se hacia de noche y el bosque estaba cada vez mas oscuro. Llevaban horas dando vueltas, completamente perdidos.
Por fin vieron una casita.
Al acercarse, se dieron cuenta de que estaba hecha de mazapán, recubierta de bizcochos, bombones y azucar.
Entusiasmado con los dulces, Hansel arranco un pastel del techo y lo compartió con Gretel.
De repente, la puerta se abrió y salio una vieja.
“Quien se come mi casa?”
Hansel y Gretel se asustaron tanto que intentaron huir,
pero la vieja los tranquilizo:
“Tenéis hambre, niños? Entrad en casa, que tengo golosinas mejores.”
En cuanto entraron en la casa, la bruja encerró a Hansel en una jaula y obligo a Gretel a trabajar.
“Estas demasiado delgado! Cuando hayas engordado te comeré!”, le dijo a Hansel. “Luego te comeré a ti!” se burló de Gretel.
A la mañana siguiente, la bruja amaso pan.
“Ve a ver si el horno está bastante caliente para hornear el pan”, le dijo a Gretel.
“Tu hermano tiene que comer.”
“No se como hacerlo”, respondió Gretel.
“Así, tontorrona!”
La bruja metió entonces la cabeza en el horno.
Gretel le dio un empujón y cerro la puerta de hierro. Plam!
Luego corrió a soltar a Hansel.
Ya sin nada que temer, abrieron los cofres de la bruja, llenos de piedras preciosas y de oro.
Pensaban en sus padres, que eran muy pobres.
Con los brazos cargados de tesoros escaparon del bosque encantado. Llegaron a la orilla de un río sin puente ni paso alguno.
“Pato! Patito! Ayúdanos a alcanzar la orilla”, grito Gretel a una gran ave blanca. El cisne se acerco rápidamente, se los puso encima y los ayudo a cruzar el río.
Una vez en la otra orilla, Hansel y Gretel no tuvieron ninguna dificultad para encontrar el camino a casa.

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